El poderío militar iraní impacta Tel Aviv y desafía la hegemonía israelí en la región

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Presidente de Estados Unidos, Donald Trump otorgó la luz verde a Israel para atacar Irán, a pesar de las indicaciones de sus propias agencias de inteligencias que aseguraron que no existen señales de desarrollo de armas, por parte de Teherán. Foto: EFE.


Por: Omar Hassaan Fariñas

2 de julio de 2025 Hora: 15:24

A inicios del mes de junio de 2025, el primer ministro de la Entidad Sionista, el “Carnicero de Tel Aviv”, le vendió una “excelente” idea al Señor Trump: “Tenemos espías y agentes dentro de Irán, grupos traidores a su propio país, como también nuestros propios agentes que ayudarán a sabotear las defensas aéreas de Irán, asesinar a casi todo el liderazgo político y militar, con drones para destruir y generar el pánico, y sin preocuparnos por una fuerza aérea iraní que ya casi no existe gracias a las sanciones (medidas coercitivas unilaterales) impuestas por Estados Unidos desde 1979 contra el país persa tendremos superioridad aérea que garantice o el derrocamiento del gobierno por completo, o por lo menos una sumisión que garantice que firmen un nuevo acuerdo nuclear, y quizás hasta balístico también.

Muchos se preguntan: ¿Cuál fue la nueva inteligencia que poseen los sionistas y la “compartieron” con los estadounidenses, sobre el programa nuclear iraní, y que hizo la intervención militar absolutamente necesaria, en esta coyuntura? Pues ninguna, y el problema en realidad no es uno de “nuevas inteligencias” (los propios medios occidentales indicaron, y la pésima agencia de energía nuclear lo ha confirmado: no hay cambios en el programa nuclear iraní). Deberíamos en vez preguntarnos: ¿Cuáles son los factores internos y domésticos que azotan las gestiones de estos dos líderes, y que llevaron a estos a exteriorizar sus crisis, hacia un ataque contra Irán? Irán, en este contexto, no es en realidad un “problema”, sino una oportunidad muy adecuada para los agresores poder abordar problemas que tienen nada que ver con la República Islámica. Irán es simplemente una “solución” para los problemas de estos líderes agresores.

Tel Aviv ya tiene años, quizás décadas, preparando para este tipo de agresión (una semejante a la ejecutada contra Irak en el año 1981, en contra del reactor nuclear iraquí “Osirak”). Al primer mandatario estadounidense le vendieron esta operación, como le vendieron la Operación Barbarroja (invasión nazi de la Unión Soviética) a Adolfo, antes de 1941. Para entonces, el líder fascista había indicado famosamente que “todo lo que tenemos que hacer es derribar la puerta, y todo el edificio se derrumbará”, en referencia a la Unión Soviética. Esta misma mitología se la vendieron al Señor Trump, pero ahora en referencia a Irán, y dada las circunstancias políticas del Señor Trump en ese momento, se veía en el horizonte la posibilidad de una fácil victoria en el ámbito internacional, que quizás pudiera compensar los fracasos en el resto del mundo.

El Señor Trump otorgó la luz verde, a pesar de las indicaciones de sus propias agencias de inteligencias que aseguraron que no existen señales de desarrollo de armas, por parte de Irán. Es decir, no se trataba de programas nucleares ni cambios de regímenes, sino de exportar graves crisis estructurales internas agudizadas por las acciones de los mismos líderes agresores hacia un ámbito que sea aceptable atacar, como lo es por ejemplo Irán, ya que no se atreven a atacar países como Rusia y China.

La idea general era descabezar el liderazgo militar y político iraní, a través de ataques aéreos y equipos de espías y agentes de sabotaje desde adentro. Esto sembraría el pánico y el caos en Irán, y así fácilmente se obtiene un colapso del “régimen” en pocos días, sin daños notables a los agresores. Este plan, en teoría, hubiera generado grandes beneficios políticos para ambos líderes, el Señor Trump y el Carnicero de Tel Aviv.

Ahora bien, la sorpresa que recibieron los agresores de Irán fue sustantiva, ya que se esperaba que tanta presión diplomática y económica, junto a los asesinatos, los espías y los equipos de sabotaje internos, todos garantizarían que Irán no logre desarrollar una disuasión efectiva contra las futuras agresiones sionistas/estadounidense. En vez, fuimos todos testigos del aguacero de misiles que penetró la famosa “Cúpula de Hierro”, un supuesto “impenetrable” sistema móvil de defensa aérea que consiste de un sistema de misiles tierra-aire, casi todos de fabricación estadounidense.

La sorpresa estratégica del cambio inmediato del alto mando iraní y su disposición para efectuar los planes militares previamente establecidos, a la vez de la efectividad y eficacia del sistema de misiles iraníes, fueron sin duda alguna los factores más importantes de este breve enfrentamiento. El terror que vivió la población sionista, la necesidad de correr a los refugios civiles, las imágenes de destrucción masiva en las ciudades de Tel Aviv y Haifa, entre otras, los videos en las redes sociales de los colones sionistas peleando unos con otros para poder acceder a los refugios, el terror que tuvieron que vivir por 10 o 11 días – el mismo que los palestinos tienen ocho décadas sufriendo – fue un shock psicológico que ni los gringos ni el gabinete del Carnicero de Tel Aviv, estaban preparados para absorber.

En un momento en particular, quizás el 20 de junio, ya la caída constante de los misiles iraníes sobre los territorios palestinos ocupados y la poca probabilidad de que el “régimen” iraní colapse como se esperaba, llevó a los sionistas a hacer un llamado para la intervención directa de Estados Unidos. No se trataba de la necesidad de obtener armas antibúnker y aviones furtivos (stealth), sino que ya el desgaste material y psicológico fue bastante fuerte para los sionistas, y Estados Unidos tuvo que intervenir de manera directa para salvarlos.

Fue Estados Unidos, el único y constante salvador de la Entidad, el que logró maniobrar a favor de detener la escalada, y a la vez poder alegar otra victoria imaginaria para el sionismo. Quizás un último punto que llevó a Estados Unidos a buscar el cese del fuego sin saber a ciencia cierta el daño causado a los reactores nucleares iraníes (¿Cómo pueden saber el daño causado, si no tiene acceso a los sitios bombardeados, y el supuesto daño fue subterráneo, adonde los satélites no pueden ver?) y mucho menos sin lograr el derrocamiento del gobierno islámico, fueron las amenazas (por parte del parlamento iraní) de cerrar el estrecho de Ormuz. Con esta amenaza, el golpe a las frágiles economías occidentales y la ira de países como China (quien se quedaría sin petróleo, gracias a las “aventuras” de Trump), hubiera desatado un conflicto que se le escaparía muy rápidamente de las manos al Señor Trump.

Autor: Omar Hassaan Fariñas

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